Ninguna dificultad tendría el ángel para entrar por la puerta cerrada y llegar hasta el lugar donde se encontraba la Virgen. Su naturaleza le permite entrar en cualquier sitio, ninguna cerradura de hierro representa un obstáculo para su propósito. Para los espíritus angélicos las murallas no son un impedimento, todo objeto visible se borra antes ellos y no existe cuerpo que le resista o que ellos no puedan franquear. No se puede suponer, entonces, que el ángel haya encontrado la puerta abierta, ya que la Virgen, sin duda, había resuelto huir la compañía de los hombres y evitar encuentros, para que nada perturbara su silencio y su oración, o no pusiera en peligro su castidad. Ella, entonces, a esa hora, virgen prudente como era, se había encerrado en su morada, con la puerta cerrada a los hombres pero no a los ángeles.