En la primera aparición, el 28 de noviembre, en el comedor de la escuela de Kibeho, dirigida por una congregación local, Alfonsina Mumureke oyó una voz: «Hija mía». Se dirigió hacia el pasillo y vio a una mujer de gran belleza: «Tenía un vestido blanco sin costuras y en la cabeza un velo también blanco y las manos juntas a la altura del pecho.» La joven le preguntó: «¿Quien eres?». La respuesta fue: «Ndi Nyina Wa Jambo», es decir «Yo soy la Madre del Verbo». Y siguió: «Vengo a tranquilizarte porque he escuchado tus oraciones. Querría que tus compañeras tuvieran fe porque no creen con fuerza suficiente». En enero de 1982, fue Natalia Mukamazimpaka quien vio a la Virgen, hasta el 3 de diciembre del año siguiente. El 2 de marzo de 1982 le tocó a María Clara Mukangango, con gran estupor, porque estaba en el grupo de las más críticas e incrédulas. En su caso, las apariciones duraron seis meses, hasta el 15 de septiembre de 1982. La última aparición a Alfonsina tuvo lugar el 28 de noviembre de 1989, a siete años justos de la primera. Mientras tanto, el obispo nombró, en 1982, una comisión médica y luego una teológica, manteniendo una postura favorable. En Kibeho, al sur de Ruanda, desde el inicio, se produjeron conversiones, reuniones de oración, peregrinaciones, casos de curación, fenómenos fuera de lo normal, durante aquellas apariciones que se dieron en público. La guerra étnica de mediados de los años noventa ha parecido a muchos la realización de la profecía. El conocido mariólogo francés, René Laurentin, comentando los hechos de Kibeho, a mediados de los años ochenta, subrayaba que «son un alegre anuncio para África, para su Iglesia, para la africanización, en el sentido positivo del término». En 1990, durante su visita al país africano, Juan Pablo II exhortó a los fieles a mirar a la Virgen como una guía sencilla y segura, pidiendo un mayor empeño contra las divisiones locales, políticas y étnicas.