Hombre, aprende a obedecer, tierra y polvo aprende a someterte. Hablando de tu Creador, el Evangelista dice: « Y vivió bajo su obediencia,» es decir la de María y José. ¡Ruborízate, entonces, ceniza orgullosa! ¡Un Dios se rebaja y tú te elevas! ¿Un Dios se somete a los hombres, y tú, inconforme de dominar a tus semejantes, llegas hasta preferirte a tu Creador? Ah! Pudiera yo, si acaso estuviera en disposición, tener la gracia que Dios mismo me diga como él lo hizo un día, pero con tono de reproche a su apóstol: «Aléjate de mí, Satanás, escándalo eres para mí porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres. » (Mt., XVI, 23) En efecto, todas las veces que yo pretendo mandar a los hombres, yo me quiero elevar por encima de Dios mismo, y es cierto que no pruebo las cosas de Dios, pues de El se ha dicho: «Y vivió bajo su obediencia.»