A los 14 años, Eleonora era una joven bella, orgullo de su padre y alegría de la familia. El conde comienza a hacerse proyectos para el futuro de su hija. Se abren las posibilidades de alianzas con una gran familia de la nobleza del país. El tiempo pasa. Los días de caza continúan para la familia Nadasdy. Eleonora es descubierta por el joven Wesselenyi, miembro de la gran nobleza húngara. Las negociaciones de matrimonio se entablan. Eleonora, entonces, le hace conocer a su padre su voto de virginidad. ¡Gran consternación! El conde consulta a su pariente, Monseñor de Eger. Este juzga que Eleonora, enferma y poco madura, hizo un voto del que no podía comprender su importancia y alcance. También el Obispo dispensa a la joven de su voto de virginidad y las nupcias tienen lugar. Dejemos de lado el sufrimiento interior de Eleonora. Todo el pueblo está feliz. La familia Wesselenyi ostenta todas sus pompas. Eleonora radiante se presta por obediencia a la preparación del cortejo que debe conducirla ante su joven novio. Hace un tiempo magnífico. De pronto, el cielo se cubre de nubes oscuras. La tormenta amenaza. Deciden dejarla pasar. No esperan mucho tiempo. Un viento violento hace temblar el castillo y un trueno irrumpe de súbito, un rayo seco cae sobre el cortejo. Ese día, en Kofaza, en lugar de una boda, se celebraron las obsequias de Eleonora. Terror, llantos, lamentos, frente a la muerte de la pequeña. Terrible sería el remordimiento del pobre conde. En prueba de reparación, construirá en la misma capilla un santuario donde aún hoy se venera a la Madre de Dios, la gran Señora de los magiares!