« ¿Cuál es el sentido profundo de esos hechos milagrosos en el plan de Dios? Parece que a través de ellos, quisiera responder de una forma radical a la incredulidad moderna. ¿Cómo un incrédulo ante esos hechos podría permanecer en su incredulidad? ¿Esos hechos no debían conducirnos a restituir a la Madre de Dios dentro de la Iglesia Evangélica? ¿No son ellos una prueba irrecusable del papel que María está llamada a ocupar hoy día en nuestra salvación? Hoy en tal o cual país la existencia del cristianismo es un juego. Sería el colmo de la inconsciencia ignorar la voz de Dios que por intermedio de María le habla al mundo y darle la espalda únicamente porque hace escuchar su voz a través la Iglesia católica... Tanto más cuanto la Madre de Dios no fue separada de la Iglesia Reformada sino después de la Guerra de los Treinta años y en la época de los filósofos libre-pensadores del siglo XVIII. Ahogando en el corazón de los evangélicos el culto a la Madona, han destruido los más delicados sentimientos de la piedad cristiana.»