22 enero - Francia. N. S. de Ceignac (1516)

Tanta gloria era posible a una mujer

Ese día yo no oraba, acababa de comer y me estaba reposando. De pronto fui arrebatada en espíritu y vi a la Virgen en su gloria. ¿Una mujer podía ser colocada en un trono y con tanta majestad? Ese sentimiento me inundó de una alegría inefable. Tal gloria era posible que estuviese destinada a una mujer: así es y yo lo vi. Ella estaba de pie, orando por el género humano, su aptitud que viene de la bondad y de la fuerza le daba a su oración virtudes inenarrables. Yo fui transportada de dicha ante la vista de su oración.

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