En 1061, el abad de Einsiedeln vio llegar a las puertas del monasterio a un caballero. "Padre, le dijo éste, si vengo hasta aquí es para rogarle que me reciba en su casa. Vengo desde las orillas del lago de Sempach, tras abandonar el castillo de mis padres. El Cielo me ha quitado mi único heredero. Acepto la voluntad divina pero mi esposa Eduviges no consigue consolar su dolor, sino en la vida religiosa. Yo comparto sus sentimientos, por eso venimos a su santo asilo." Algunos años después, el caballero llegó a ser un humilde hijo de San Benito, alcanzando el rango de abad. Durante veinte años gobernó el monasterio con sabiduría. El 22 de abril de 1099, se durmió en la paz del Señor, para reunirse con su hijo que tanto había llorado y su esposa Eduviges que había muerto antes en Zurich, en el monasterio de las hijas de San Benito, después de haberlo dirigido durante largos años. Los dos nobles esposos que terminaron tan piadosamente su vida, tuvieron una gran devoción hacia la Madre de Dios. En su juventud, frente a su castillo situado en la islita de Sempack, habían construido en sus orillas una capilla a María. Para los habitantes era la capilla del castillo; pero para ellos fue siempre la morada de María, Maria-Zell.