« V He aquí que una doncella está en cinta y va a dar a luz un hijo» (Is 7,14) Los santos y los místicos son también unánimes en decir que la virgen, modesta, no hubiese imaginado jamás que ella podía ser la madre del Salvador. Sin embargo, ese era el gran signo sobre la venida del Mesías, anunciada por el profeta Isaías: «Pues bien el Señor mismo va a daros una señal; he aquí que una doncella está en cinta y va a dar a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel.» (Is 7,14). El texto hebreo habla de una joven y la traducción griega de una « virgen » pero se olvida a menudo la importante traducción del arameo que los judíos consideran como canónica e incluso más fiable que la traducción griega. Esta traducción a la "lengua de los hombres" que el Talmud pone en relación directa con el texto hebreo "lengua de Dios" para mejor comprenderle, usa en la profecía de Isaías un término preciso que designa a "una joven comprometida y todavía no casada." Al convertirse en madre de ese niño, María deviene la "Ciudad del gran Rey" que Dios habita y protege. En ella: « generación tras generación manifestará su alegría y el nombre del Elegido vivirá a través de las generaciones futuras.» (Tb 13,11).