A pesar de la persecución religiosa que desde hacía más de treinta años conocía Polonia, la afluencia de los peregrinos hacia N.S. de Chestokova, lejos de disminuir aumentaba y se intensificaba el fervor. Recordemos brevemente la historia de este icono bizantino. La historia data del siglo XIV pero su origen se remonta a tiempos mucho más lejanos. Hacia 1382, el príncipe Ladislas de Apolo, lo llevó a Jasna Gora y se lo confió a los ermitaños de San Pablo. Y según dan cuenta las crónicas más antiguas el santo icono nunca abandonó el retablo del santuario. No fue la defensa de Chestokova que lo hizo célebre, sino lo contrario, el carácter sagrado del famoso icono provoca la resistencia encarnizada de un puñado de hombres que felices arriesgaron sus vidas antes que dejar a su Reina en manos de los impíos y de los sacrílegos. Para captar en toda su amplitud el hecho memorable del sitio de Jasna Gora por parte de los suecos en 1655, haría falta comprender el culto a los iconos, desconocido en Occidente. De origen sagrado, éstos tienen un alcance litúrgico. Su finalidad no es la de instruir catedrales sino la de unir la realidad que representan Así la Virgen negra de Jasna Gora para los polacos es mucho más que un cuadro o incluso que una reliquia venerable. En ella buscan y encuentran una misteriosa presencia, como si la Reina del Paraíso se complaciera en Jasna Gora debido al culto otorgado a su "retrato."