San Luis había deseado morir un sábado y esta gracia le fue concedida por María: tuvo lugar un sábado 25 de agosto. Antes, el Papa le había dirigido esta hermosa carta: «Dios, a quien obedecen las legiones celestiales, estableciendo aquí reinos diferentes según la diversidad de lenguas y climas, le ha conferido a numerosos gobiernos misiones especiales para el cumplimiento de sus designios. Y como en otro tiempo, ha preferido la tribu de Judá a la de los otros hijos de Jacob, y así como la gratifica de bendiciones especiales, así ha escogido a Francia entre todas las naciones de la tierra por la protección de la fe católica y por la defensa de la libertad religiosa. Por esta razón los enemigos de Francia son los enemigos de Cristo. Por esa razón Dios ama a Francia para que ella ame a la Iglesia que atraviesa los siglos y reúne las legiones para la eternidad. Dios ama a Francia, a quien nada ni nadie ha podido jamás separar enteramente de la causa de Dios. Dios ama a Francia donde en ningún momento la fe ha perdido su vigor, donde los reyes y los soldados no han dudado jamás en enfrentar los peligros para dar su sangre y conservar la fe y la libertad religiosa.»