Un hijo bienamado desea la presencia de su madre y la madre, por su parte, aspira a vivir con su hijo. Por eso era justo que subierais hacia vuestro Hijo, Vos, cuyo corazón ardía de amor por Dios, el fruto de tus entrañas. Es justo que Dios en su afecto filial os llame a su lado, y ahí vivir para siempre en su intimidad. Así emigraste hacia esos tabernáculos eternos, donde Dios ha hecho su morada y de hoy en adelante, Oh, Madre de Dios, no dejarás jamás su dulce compañía. Vos has sido la casa de carne donde Él se reposó, y El, a su vez, Virgen gloriosa, deviene el lugar de vuestro reposo en esa carne, que recibió de Vos. Él os atrajo hacia Él, exenta de toda corrupción, deseando, si yo puedo expresarme así, teneros cerca de sus labios y de su corazón. Por eso todo lo que le pedís para vuestros desdichados hijos El os lo concede y pone su virtud divina al servicio de vuestras oraciones.