El icono está en Montreal, en la habitación de José Muños. A finales del mes de noviembre de 1982, en plena noche, un perfume intenso lo despierta, es un perfume de rosas o, más exactamente, el del crisma que se usa en el sacramento de los Santos Óleos. Ese aceite sagrado es en sí mismo una prodigiosa esencia de perfumes. José Muños, esa noche de noviembre, constata que el perfume viene del icono, que exuda una especie de aceite, unos finos hilos de mirra que destilan las manos del Niño. El icono es llevado solemnemente a la pequeña catedral de Montreal. Desde ese día no ha dejado de exudar el aceite misterioso. Se le recoge con un algodón y se distribuye entre los fieles. Basta un trocito de algodón para perfumar una habitación; o a veces un alma. José Muños, tímido guardián de la « Portatisa » lleva a veces el icono a las parroquias y monasterios más allá de la jurisdicción a la que pertenece. Pero el icono no pertenece a nadie.