José Muños suplica a sus anfitriones que le vendan el icono. Imposible, le dicen, pues es el primero que fue pintado aquí. Ella es como la patrona de nuestro taller. Durante los oficios nocturnos, cantan el Axión: « Es verdaderamente digno alabarte. ¡Oh, Madre de Dios! ». José Muños se prosterna e implora largamente a la Virgen. Así, recobra la Paz. Al amanecer se encamina hacia la costa donde lo espera el barco. De pronto, lo llaman. Alguien se apresura detrás: es el superior quien le trae el icono. La noche anterior había recibido la orden interior: «Este icono será un signo en Occidente». No exige dinero alguno, es una donación, una gracia.