Jacobo Libermann, hijo de un rabino y convertido en 1826, pasa a ser el Padre Francisco Libermann, misionero enérgico y de gran fecundidad, funda el Instituto del Sagrado Corazón de María, en 1841. Este Instituto se fusiona con el seminario del Espíritu Santo en 1848. El Padre Libermann transmitía fácilmente su adhesión a Nuestra Señora: "nuestra congregación debe distinguirse por su compromiso con el Corazón Inmaculado de María, un homenaje hecho con ternura filial al amor de María por su Hijo y por los hombres" y esta adhesión era muy fuerte: "cuando el agua del bautismo fue derramada sobre mi cabeza de judío, en ese mismo instante yo amé a María a quien odiaba antes". El le ayudará, luego, a muchas personas a descubrir a la Virgen: "desde que María dijo:"Yo soy la sierva del Señor", ya no ruega como sierva sino como una Madre."