Hay días en que los patronos y los santos no bastan. Entonces, hay que sacar fuerzas de flaquezas. Y dirigirse de una vez a Aquella que está por encima de todo. Ser audaz. De una vez. Dirigirse a quien es infinitamente bella, porque también es infinitamente buena. A quien intercede por nosotros. La única que puede hablar con la autoridad de una madre. Dirigirse con osadía a quien es infinitamente pura, porque también es infinitamente bondadosa. A quien es infinitamente noble porque también es infinitamente cortés. Infinitamente acogedora. Sí. Acogedora como el sacerdote que en el umbral de la iglesia va delante del recién nacido el día de su bautismo para conducirlo a la casa de Dios. A quien es infinitamente rica, porque también es infinitamente pobre. A quien es infinitamente alta, porque también es infinitamente descendente. A quien es infinitamente grande porque también es infinitamente pequeña. Infinitamente humilde. Esta joven madre.