En el recorrido espiritual del Rosario, basado en la contemplación incesante del rostro de Cristo -en compañía de María - este exigente ideal de configuración con Él se consigue a través de una asiduidad que pudiéramos decir "amistosa". Ésta nos introduce de modo natural en la vida de Cristo y nos hace como "respirar" sus sentimientos. Acerca de esto dice el Beato Bartolomé Longo: «Como dos amigos que al frecuentarse suelen parecerse en su manera de vivir, así nosotros, conversando familiarmente con Jesús y la Virgen, al meditar los Misterios del Rosario, haciendo juntos una vida de comunión, podemos llegar a ser, en la medida de nuestra pequeñez, parecidos a ellos, y a aprender de estos sublimes modelos a vivir de forma humilde, pobre, discreta, paciente y perfecta.