Un estudiante, que en otros tiempos rezaba mucho, habiendo perdido el fervor de la infancia, vio un día un rosario al borde de la carretera. Su primer pensamiento fue de pasarlo por alto, pero su amor a la Santa Virgen le despierta y decide recogerlo y limpiarlo, mientras se decía: "Si no se lo puedo devolver a quien lo perdió; se lo entregaré a la Virgen misma. Todos los rosarios están destinados a venerarla, así que se lo dejaré en su altar en la primera iglesia que encuentre". Entró en la primera iglesia y se fue derecho a depositarlo al altar de la Virgen que lo estaba esperando. "Reza el rosario antes de dejarlo en el altar", le oye decir. El estudiante conmovido, se arrodilla y como en otros tiempos, reza el rosario, pero una ola de pensamientos le asalta; oye una voz que le habla y le dice muy claro: "Hazte sacerdote, hijo. Te has vuelto infiel ante el llamado de mi Hijo y sin embargo, esa es tu única vocación. Vuelve a tu amor de otra época y sigue tu vocación". Esas palabras, como un rayo de luz, penetraron lo más profundo del alma del joven, quien después de reflexionar y orar, se dijo: "Sí, Madre mía, acepto, regreso a ti y con tu ayuda seré un sacerdote de Jesucristo" Y mantuvo su palabra, llegó a ser sacerdote y muy buen sacerdote. Además de sus oraciones, rezaba todos los días con el rosario que había encontrado en la carretera, el cual le había valido el favor de su vocación de sacerdote.