Decía san Juan Damasceno: "Oh Madre de Dios, teniendo una confianza invencible en ti, me salvaré. Perseguiré a mis enemigos teniendo por escudo tu protección y tu omnipotente auxilio". Lo mismo puede decir cada uno de nosotros que gozamos la dicha de ser los siervos de esta gran reina: Oh Madre de Dios, si espero en ti jamás seré vencido, porque defendido por ti perseguiré a mis enemigos, y oponiéndoles como escudo tu protección y tu auxilio omnipotente, los venceré. El monje Jacobo, doctor entre los padres griegos, hablando de María con el Señor, así le dice: "Tú, Señor mío, me has dado esta Madre como un arma potentísima para vencer infaliblemente a todos mis enemigos".