Oh, Santísima Virgen, vuestra alabanza supera toda alabanza, pues en Ti Dios se encarnó e hizo hombre. Toda la naturaleza, en los cielos, en la tierra y en los infiernos, te rinde homenaje. Por vuestro reino espiritual, resplandece plenamente el fuego de vuestra luz. Ahí el Padre es glorificado, y en su potencia os ha cubierto con su sombra: el Hijo, que habéis engendrado en la carne, es adorado, el Espíritu Santo, que en vuestro seno preparó el nacimiento del gran rey, es celebrado. Por ti, oh llena de gracia, la Trinidad santa y consustancial se manifiesta en el mundo. Dígnate hacernos partícipes de tu gracia perfecta, en Jesucristo nuestro Señor. Gloria sea al Padre y al Espíritu Santo, hoy y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.