María no es tierra maldita como la primera, abundante en espinas y en cardos, pues ella recibió la bendición del Señor, por eso su fruto es bendito, como dijo la profecía divina. Ahora, en posesión de la inmortalidad bienaventurada, ella eleva sus manos hacia Dios, esas mismas manos que cargaron a Dios, por la salvación del mundo. Blanca y pura paloma, alzada en vuelo hasta el cielo, no deja de protegernos en nuestra morada en la tierra. Nos dejó en cuerpo pero no en espíritu, ya en el cielo, hace huir al demonio y es nuestra mediadora ante Dios. Santa Virgen, yo te veo dormida, no muerta: tú fuiste llevada de la tierra al cielo y sin embargo no dejas de proteger al género humano. Madre, tu permaneciste virgen porque "era a Dios a quien llevabas en tu seno". Eso hizo tu "muerte viva" tan diferente a la nuestra. Sólo tú, y es justo, has sido preservada de la corrupción de cuerpo y alma.