La Bienaventurada Virgen María, Reina de los Apóstoles, es ejemplo perfecto de vida espiritual et apostólica. Mientras llevaba en la tierra una vida parecida a la de todo el mundo, ocupada en las labores de su familia, permaneció íntimamente unida a su Hijo y cooperaba en la obra del Salvador a título excepcional. Hoy donde esté en el cielo "su amor maternal la guarda atenta a los hermanos de su Hijo cuya peregrinación no ha terminado, quienes se encuentran sumidos a penas y pruebas hasta que vuelvan a la patria venturosa". Todos le debemos una verdadera devoción y nuestra vida y apostolado debemos ponerlos bajo a su maternal solicitud.