San Felipe Neri era a menudo consultado por los obispos para reconocer la autenticidad de los místicos. La práctica de la humildad y de la obediencia le permitía reconocer sin falla a los falsos, ya que el demonio es orgulloso e independiente. Un día de 1560, los cardenales estaban divididos en torno a una religiosa que tenía visiones, y le pidieron su opinión. Cuando la joven hermana llegó a verlo, él se quedó mirándola y le dijo: «Pero no era a usted que yo quería ver sino a la santa» - «La santa soy yo, Padre », respondió ella. - « Gracias. » Dijo y dio la media vuelta. « Esta no viene de Dios », le aseguró a los cardenales. En otra ocasión; uno de sus penitentes le confió que la Santa Virgen lo visitaba durante la noche en su habitación y que él se sentía inundado de alegría y de luz. Y el Padre Neri le dice: "Escucha, la próxima vez que llegue escúpela en la cara..." La noche siguiente, la aparición le habla de Dios, pero cuando recordó la promesa hecha a su director se puso a escupirla. Ésta desapareció inmediatamente en una nube de azufre (era el demonio). La misma noche, el penitente se despertó al ver la habitación llena de luz y una nueva aparición que le sonreía. Y cuando él se puso de nuevo a escupirla, oyó una voz que le decía: escupe si quieres. Pero no pudo porque la aparición ahora se encontraba alejada de su cama, en una esquina de la habitación, ella lo felicitó por la obediencia a su director espiritual. "Está bien, era la Virgen María, le dijo el Padre Neri.