Lucía misma describe la Primera Aparición de la Virgen, el Domingo 13 de mayo, de 1917: «Estando jugando con Jacinta y Francisco en lo alto, junto a Cova de Iría, haciendo una pared de piedras alrededor de una mata de retamas, de repente vimos una luz como de un relámpago. -Está relampagueando- dije. Puede venir una tormenta. Es mejor que nos vayamos a casa. -¡Oh sí esta bien! contestaron mis primos. Comenzamos a bajar el cerro llevando las ovejas hacia el camino. Cuando íbamos por mitad de la pendiente, cerca de una encina, que aun existe, vimos otro relámpago, y habiendo dado algunos pasos más vimos sobre la encina una Señora vestida de blanco, mas brillante que el sol, esparciendo una luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua pura atravesado por los rayos ardientes del sol. Estábamos tan cerca que quedamos dentro de la luz que Ella irradiaba. Entonces la Señora nos dijo:-"No tengáis miedo. No os hago daño." -Yo le pregunte: ¿De dónde es usted? -"Soy del Cielo." -¿Qué es lo que usted desea? -"He venido para pediros que vengáis aquí seis meses seguidos el día 13 a esta misma hora. Después os diré quien soy y lo que quiero. Volveré una séptima vez." -Pregunté entonces: ¿Yo iré al cielo? -"Si irás" -¿Y Jacinta? -" también ira " -¿Y Francisco? -"También irá, pero tiene que rezar antes muchos rosarios. Entonces me acordé de dos amigas de mi hermana que habían muerto hacía poco. -¿Está María de las Nieves en el cielo? -"Sí, está" -¿y Amelia?, de 18 ó 20 años -"estará en el purgatorio hasta el fin del mundo". Y entonces nos dijo:-"Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que El quisiera enviaros como reparación de los pecados con que El es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?" -Sí queremos. -"Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios os fortalecerá." Diciendo esto la Virgen abrió sus manos por primera vez, comunicándonos una luz muy intensa que parecía fluir de sus manos y penetraba en lo más íntimo de nuestro pecho y de nuestros corazones, haciéndonos ver a nosotros mismos en Dios, con más claridad que como nos vemos en el mejor de los espejos. Entonces, por un impulso interior que nos fue comunicado también, caímos de rodillas, repitiendo humildemente: -Santísima Trinidad, yo te adoro. Dios mío, Dios mío, yo te amo en el Santísimo Sacramento. Después de pasados unos momentos Nuestra Señora agregó: -"Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra". Acto seguido, comenzó a elevarse serenamente, mientras la luz que la circundaba parecía abrirle el camino. »