La intervención de María en Constantinopla (Estambul) fueron frecuentes, sobre todo en el santuario de la Fuente Vivificante, todos muy célebres, al oeste de la ciudad, un poco al exterior de las murallas, cerca de la puerta de Silivri. Es el lugar de muchísimos milagros que se produjeron u siguen dándose desde hace más de 15 siglos gracias a la intercesión de la Santa Virgen, «Fuente de Vida». El historiador bizantino Nicéforo Calisto Xantopoulos (siglos 13-14) reporta que fue el Emperador León I el Tracio (siglo 5) que encuentra el lugar de la Fuente. Cuando era todavía un simple soldado, escuchó una voz celestial que le condujo hablándole como si fuese un soberano: «Emperador León, entra al bosque, toma con tus manos el agua cenagosa y unta con ella los ojos del ciego y sabrás inmediatamente quien soy yo, que desde hace años vivo en este lugar» El ciego recobró la vista, León llegó a ser Emperador, y en ese mismo lugar construyó una iglesia en el 474. Mucho tiempo después, cuando el gran templo ya casi se derrumbaba, la Madre de Dios se apareció y lo levantó hasta que salió la multitud que estaba dentro. Desde la toma de Constantinopla por los turcos (1453), la iglesia y el monasterio no son más que ruinas, pero los enfermos continúan recurriendo a la Fuente donde se multiplican los milagros y las curaciones: « ¡qué lengua podría describir los milagros que hemos visto, lo que el agua ha realizado hasta el día de hoy, superior al número de las gotas de la lluvia, los astros del cielo o las plantas de la tierra!» (Tríodo de Cuaresma, Diaconía Apostólica, 1993). En el siglo XIX, la iglesia fue reconstruida tal como existe hoy, así como otra más pequeña que aloja la Fuente. El lugar se llama actualmente "Balikli" o "Baloukli" del turco "balik" que significa "pez". Desde en 1824, todos los patriarcas de Constantinopla son enterrados en el monasterio. El agua sigue brotando para curar las enfermedades del cuerpo y del alma.:«Oh, Madre, tú eres en verdad la Fuente de agua viva, sólo tú borras todo contacto con las enfermedades terribles del ama y de los cuerpos, derramándonos a Cristo, agua de salvación»