La Virgen estaba absolutamente segura de la resurrección de su Hijo, puesto que Él lo había abiertamente predicho; pero ella desconocía la hora que, en efecto, no estaba en ningún lugar fijada. Pasa la noche del sábado, la cual le pareció interminable, reflexionando sobre la hora posible de la Resurrección. Sabiendo que David, más que los otros Profetas, había hablado de la Pasión de Cristo, recorre el salterio, pero no encuentra ninguna indicación sobre la hora. Sin embargo, en el salmo 56, David hablando en la persona del Padre a su Hijo, dice: « ¡Gloria mía, despierta, despierta arpa mía, mi cítara!»Y el Hijo responde: ¡A la aurora he de despertar!... » Cuando la Virgen María supo la hora de la resurrección, os dejo imaginaros, con qué premura se levantó para ver si la aurora ya llegaba. Al constatar que todavía no, termina de leer su salterio. Luego, quiso asegurarse si otros Profetas no habían mencionado la hora de la resurrección y encuentra en el capítulo VI de Oseas este texto: «Dentro de dos días nos dará la vida, al tercer día nos hará resurgir y en su presencia viviremos. Corramos, cierta como la aurora es su salida;...»