José forma parte del silencio de María como de su secreto, él a quien el Ángel le había dicho grandes cosas y que había visto el milagro de la concepción virginal. Ni el uno ni el otro hablan de lo que ven en su casa, ni sacan provecho alguno de tantas maravillas. Sabia y humilde, María se deja considerar como simple madre y su Hijo como el fruto de un matrimonio ordinario. Las grandes cosas que Dios opera en estas criaturas se dan naturalmente en el silencio; en el sobrecogimiento de no sé qué de divino que suprime toda expresión. (...) Así, permanece guardado bajo sello, el secreto de Dios, si Él mismo no se anima a hablar. Las ventajas humanas no sirven para nada si no son conocidas y si el mundo no las aprecia. Lo que Dios ha hecho tiene en sí un valor insondable, que sólo se quiere compartir con Dios.