Un precioso manuscrito, conservado en la biblioteca Bertoliana de Vicence, en Venecia, cuenta con muchos detalles los hechos que se dieron en esa ciudad del norte de Italia, «sacudida y diezmada» por una grave epidemia de peste entre 1426 y 1430. El 07 de marzo de 1426, Vincenza Parisi, de 70 años, ve en la colina del Monte Berico a una señora con apariencia de reina, resplandeciente como el sol. Frente a tanta belleza, pierde todas las fuerzas y cae a tierra. Entonces, la bellísima señora la levanta y le dice: «Yo soy la Virgen María, la Madre de Cristo muerto en la cruz por la salvación de los hombres. Te ruego que vayas a decirle al pueblo de Vicence que construya en este lugar una iglesia en mi honor, si quiere recuperar la salud, de lo contrario la peste no terminará». Vincenza pregunta: «Pero el pueblo no me creerá. ¿Y dónde vamos a encontrar el dinero para hacer tal cosa ? «Tú insistirás para que el pueblo ejecute mi voluntad», respondió la Virgen, « no será liberado de la peste mientras la gente no obedezca, verán a mi Hijo irritado contra ellos». Y continuó: «Como prueba de lo que digo, que caven aquí, de la roca dura brotará agua, y apenas iniciada la construcción el dinero no les faltará». Y con una rama de olivo marcó en la tierra el lugar exacto, el mismo donde hoy se encuentra el altar del santuario. «Todos aquellos que visiten esta iglesia con devoción», agregó, «con motivo de mis fiestas y los primeros domingos de cada mes, recibirán abundantes gracias, la misericordia Dios y la bendición de mi mano maternal». Vincenza bajó al pueblo a contar todo lo visto pero nadie le creyó, el obispo Pietro Emiliani, incluso, la regañó y le dijo que había perdido.