La ceremonia tuvo lugar el 22 de junio de 1888 y el Beato Frédéric Jansoone, franciscano, pronuncia el sermón con palabras proféticas: « De ahora en adelante, este santuario será el de María. Vendrán peregrinos de todas las familias de la parroquia, de todas las parroquias de la diócesis y de todas las diócesis del Canadá ». La estatua de la Santísima Virgen de la capilla lateral es colocada encima del altar mayor y por la tarde, hacia las 19 horas, el cura Désilets, el padre Frédéric y el Sr. Pierre Lacroix, un hombre minusválido, entran para rezarle a la Virgen. Entonces, se produce algo extraordinario: « la estatua de la Virgen, de ojos entornados, tenía los ojos completamente abiertos; la mirada fija; viendo derecho a la altura de sus ojos. Era difícil que se tratara de una ilusión: su rostro estaba en plena luz, ya que el sol brillaba a través de una ventana e iluminaba perfectamente todo el Santuario. Ella tenía los ojos negros, bien definidos, y en plena armonía con el conjunto del rostro. Su mirada era la de una persona viva; con una expresión severa, mezclada de tristeza. Este prodigio duró aproximadamente de cinco a diez minutos. » El padre Frédéric confesaría más tarde que aquella mirada de la Virgen le cambió la vida. Y la iglesita que hoy es el gran Santuario de Nuestra Señora del Cabo acoge ahora a miles y miles de peregrinos...