El Ave María se compone, a excepción del ruego final, de palabras tomadas de las Sagradas Escrituras: la salutación del ángel: "Dios te Salve María, llena de gracia, el Señor es contigo"; y enseguida las maravillosa frase de su prima Isabel, que nos muestra al mismo tiempo en lo que consiste el verdadero culto mariano: "Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre". El ruego final, que fue agregado después del Concilio de Éfeso, cuando María recibe el título cristológico de «Madre de Dios», formula dentro de la Iglesia, de la manera más simple posible, la intención del pecador cristiano: la solicitud de intercesión "ahora y en la hora de la muerte" que decide todo.