A Santa Brígida de Suecia el Señor le hizo « Revelaciones » extraordinarias; en ellas Él mismo le precisa que es necesario « distinguir entre las Escrituras inspiradas por el Espíritu Santo y los escritos piadosos de los cristianos. Solamente los Evangelios reconocidos por la Iglesia han sido dictados por la Sabiduría divina. » A mediados del siglo XIV, María le habla especialmente de su Inmaculada concepción: « La verdad es que yo fui concebida sin pecado original » (Libro VI, cap. 4), le confía numerosos secretos de su corazón y le revela que en el momento de ser concebida, su alma, al santificar su cuerpo, llenó de una alegría misteriosa e indecible a su madre en lo más profundo de su ser (cap. 7)