« Yo soy la mensajera de la fe y del amor para la cristiandad traumatizada por la discordia en medio de una humanidad amenazada en su espiritualidad. A la Iglesia de mi hijo, guardiana y primera intérprete de sus enseñanzas, y de quien soy la Madre, yo le dirijo la exhortación siguiente: que sin renunciar a su esencia y a sus valores fundamentales, prosiga con sabiduría y prudencia la adaptación de sus actividades a los tiempos actuales, para cumplir mejor su sagrada misión espiritual, y sobre todo evangelizadora. » (...) « Que se restablezca la primacía del culto del Padre y del Hijo, que se invoque a quienes son fuente santa de virtudes permanentes. (...) Que se respeten las iglesias y la jerarquía, que se acojan las decisiones de las autoridades episcopales, especialmente la de Pedro. Que se des- confíe de los incendiarios de la fe y de la disciplina en el seno mismo de la Iglesia.»