Días y meses pasaron. De vez en cuando, el hijo se detenía en "Agua-de-Vida" para depositar flores al pie de la Virgen y pedirnos que rezáramos por su padre. Un día muy angustiado vino a decirnos: "Mi padre se va a morir." Mientras depositaba las flores a los pies de la Virgen nosotros le prometimos que rogaríamos muy especialmente por su padre durante el canto del Ave María. Para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, el hijo regresó de nuevo: "El día que les hice mi última visita, hacia las siete de la noche, mi padre entró en agonía. No sabía qué hacer, quería ayudarle a bien morir. En medio de mi tribulación, comencé a rezarle al oído el Padre nuestro. Yo le daba la mano para infundirle confianza, tres veces me la rechazó como para indicarme que no quería oír nada. Pero continué, seguro que en "Agua-de-Vida" ustedes rezaban conmigo. Repentinamente, para mi gran sorpresa, le oí decir: " Señor, perdóname." Eran las diez de la noche, el rostro se le encendió de una serenidad extraña, media hora más tarde, cuando ustedes cantaban el Ave María, él nos abandonó en total tranquilidad. ¿No creen que mi padre recibió el perdón de Dios y que María obtuvo su perdón? Viendo cómo mi padre entró a la Vida a la hora exacta en que ustedes cantan el Ave María, sentí el deseo de convertirme y de recibir yo también el Bautismo."