Un día del año 1981, vino a nuestro restaurante "El Agua de Vida", una familia para celebrar los cuarenta años de matrimonio de los padres. Todo parecía lleno de alegría pero el padre tenía un cáncer de garganta, fuimos más delicados en nuestras atenciones a la familia. A la hora del postre, les hicimos la sorpresa de ofrecerles helados en forma de dos preciosas palomas y una imagen de la Virgen que colocamos entre la pareja. Toda la sala aplaudió y se soltó en lágrimas. Luego, vino el canto del Ave María. Antes de comenzar a cantar, el hijo mayor nos dijo tímidamente "somos judíos". Pero como en la canción propuesta se nombraba a María, "Hija de Israel", aceptaron de corazón unirse a nuestro rezo. Y su emoción fue muy grande cuando anunciamos en el micrófono que esa noche rogábamos especialmente por ellos. Al día siguiente, el hijo mayor vino con un ramo de lirios blancos: "Le traigo flores a María, para agradecerle..." Mis padres estuvieron tan contentos con la velada de anoche que esta mañana durante el desayuno sólo de eso hablaban, nos dijo. Mi padre es judío ateo, pero ayer cuando volvíamos a casa me confesó: "si hubiese podido, habría cantado con ellas."