Luis XIII tiene el cuidado de que el Edicto del 10 de febrero de 1638, en el cual Francia es oficialmente consagrada a María, sea registrado por el Parlamento como un acto de la autoridad soberana. En él establece que se haga una procesión cada año, el 15 de agosto para la festividad de la Asunción, en todas las iglesias de las diócesis del Reino. «Tantas gracias recibidas y evidentes hacen que nos sintamos obligados a consagrarnos a la grandeza de Dios por su Hijo rebajado a nuestra condición, y a ese Hijo por su Madre, bajo cuya protección ponemos particularmente nuestra persona, nuestro Estado, nuestra corona y nuestros súbditos. Nuestras manos no son suficientemente puras para presentar nuestras ofrendas, creemos que aquella que ha sido digna de llevarlas las convertirá en hostia adorable, pues es razonable esperar que habiendo sido ella la mediadora ante los beneficios recibidos, lo sea también de nuestra acción de gracias.»