Y como tú nos acompañas en el camino hacia la vida eterna, no permanezcas extraña ante los débiles peregrinos que tu caridad quiera recoger, dirige hacia nosotros tu mirada misericordiosa, atráenos hacia tu claridad; inúndanos de tu dulzura, llévanos a la luz y al amor, cada vez más lejos hacia el esplendor de Dios. Que nada pueda jamás perturbar nuestra paz, ni alejarnos del pensamiento de Dios, sino que cada minuto nos lleve adelante hacia las profundidades del augusto misterio, hasta el día en que nuestra alma, plena de alegría frente a las iluminaciones de la unión divina, vea todas las cosas dentro del Amor y de la Unidad eterna. Así sea.