Judío y ateo el joven Alfonso Ratisbona, frente al celo apostólico apostólico de uno de sus compatriotas de Estrasburgo, acepta llevar la Medalla milagrosa y copiar la oración del Memorare de San Bernardo de Claraval, que siempre había rechazado. El 20 de enero de 1842 acompaña a M. de Bussière a la iglesia de San Andrés en Roma y ahí la Virgen María se le apareció con las manos abiertas y extendidas y le hizo señal de que se arrodillara. El mismo escribirá más tarde: «Yo estaba hacía un instante en la iglesia cuando de pronto me sentí poseído de una sensación inexpresable; alcé la vista, y miré que todo el edificio había desaparecido ante mis ojos. Sólo una capilla había concentrado toda la luz y en el centro de su resplandor apareció de pie sobre el altar, grande y brillante, llena de majestad y dulzura, la Virgen María, tal como está en mi medalla; me hizo un signo con la mano para que me arrodillara y entonces una fuerza irresistible me empujó hacia Ella, la Virgen parecía decirme: está bien! » A partir de esa aparición, Alfonso Ratisbonne obtiene luces extraordinarias sobre los misterios de la fe. El 31 de enero fue bautizado, comulgó y recibió la confirmación. Maria Alfonso Ratisbonne llegó a ser sacerdote en 1848, se instaló en Palestina y consagra su vida al catecumenato de los convertidos de origen judío, en el seno de la doble congregación (masculina y femenina) de Nuestra Señora de Sion que su hermano Teodoro funda y dirige durante más de cincuenta años.