La adoración de los Magos al Niño Jesús la narra el evangelio de San Mateo en el Capítulo 2, y es una de las narraciones más bellas de la Santa Biblia. Magos: llamaban en Oriente a ciertos sabios que se dedicaban a estudiar los astros y a profundizar en ciencias religiosas, se les consideraba como personas de gran santidad y sabiduría que empleaban su vida en la búsqueda de la verdad. El evangelio no indica cuántos eran los Magos pero el Papa San León dice que probablemente eran tres. Lo deduce de los tres regalos que le trajeron. La tradición los ha llamado: Gaspar, Melchor y Baltasar. Venían de Oriente: Los países de oriente de Israel eran: Arabia, Persia (Irán) y Asiria o Babilonia (Irak). Se presentaron en Jerusalén diciendo: ¿dónde está el rey de los judíos que ha nacido? pues vimos su estrella en Oriente. El profeta Balaam había anunciado: "Hacia Israel avanzará una estrella, y un nuevo reinado aparecerá en Israel" (Números 24,17) Suetonio y Tácito y otros historiadores cuentan que había en Oriente una creencia extendida de que de Palestina iba a salir uno que gobernaría al mundo entero. Aquellos hombres vieron una estrella nueva y la siguieron hasta llegar a Jerusalén. Herodes era un rey muy desconfiado y mataba a quien le pareciera que podía quitarle el puesto. Mató a su esposa Mariamme, a su madre Alejandra y a su hijo Anipater y a sus dos nietos Alejandro y Aristóbulo. Al saber que había nacido un niño que iba a ser rey, tuvo miedo. Convocó a los Sumos Sacerdotes y a los escribas y les pidió el sitio donde debía nacer. Ellos conocían la Biblia, podían darle la respuesta precisa. Dijeron: En Belén de Judea, ha escrito el profeta: "Y tú Belén de Judá no eres el pueblo menor entre los principales, porque de ti nacerá el pastor de mi pueblo Israel" (Miqueas. 5,1) Herodes llamó a los magos. Quería hacer sus cálculos para mandar a matar a los niños nacidos en los años cercanos a la aparición de la estrella. Al salir de Jerusalén los magos vieron otra vez la estrella y se llenaron de alegría; ella los guió hasta el final. Entraron en la casa y encontraron al Niño con su madre María y arrodillándose lo adoraron. Jesús, María y José ya no estaban en la cueva, habían conseguido una casita en arriendo en Belén. Abriendo sus cofres le ofrecieron oro, incienso y mirra. La Iglesia Católica ve figurados en estos tres regalos, los tres obsequios que nosotros debemos ofrecer siempre a Jesucristo: Oro, nuestras ayudas económicas al culto y a los pobres. Incienso: nuestra oración. Mirra (amarga) nuestros sacrificios.