Veo la asamblea de santos obispos que invitados por la Santa Madre de Dios, María siempre virgen, se han reunido aquí con júbilo y entusiasmo (...) Te saludamos María, Madre de Dios, tesoro sagrado de todo el universo, astro sin crepúsculo, corona de la virginidad, cetro de la fe ortodoxa, templo indestructible, morada de lo inconmensurable, Madre y Virgen, gracias a quien es llamado Bendito en los santos Evangelios, Ese que viene en nombre del Señor (...) Te saludamos, tú que has llevado en tu seno virginal a quien los cielos no pueden contener, tú por quien la Trinidad es glorificada y adorada sobre toda la tierra, por quien el cielo exulta, por quien los ángeles y los arcángeles permanecen en la alegría (...) ¡El mundo entero ha entrado en alegría!