Cuando los pastores llegaron al pesebre, estoy absolutamente persuadido que ellos no se dirigieron directamente hacia el Niño Jesús. Ellos verían a la Virgen, la vieron a los ojos, y luego ella les mostró su niño. Entonces, vieron a Jesús con los ojos de Su Madre. Tratad de contemplar los misterios del Evangelio con los ojos de la Virgen. Pensad en la muerte de Cristo en la Cruz, creéis haber llegado hasta sus profundidades, pero luego os decís: ¿con qué ojos la Virgen vio a su Hijo en la Cruz? Orad, entonces: «Permíteme comprender un poco más como Tú comprendes. » La Virgen no aparece ante vosotros como la realización de la santidad que veneráis: ella os acoge bajo su manto y os envuelve, para ayudaros a contemplar todos los misterios bajo su mirada.