La Sinaxis de la Madre de Dios es probablemente la festividad mariana más antigua (siglo V) que celebra a María, « Paraíso espiritual del «Segundo Adán», Templo de la Divinidad, Puente que une la tierra al Cielo, Escala en la que Dios desciende a la tierra y el hombre sube al Cielo. La Madre de Dios, más venerada que los Querubines, los Serafines y todas las Potestades celestiales, al acoger a Cristo en su seno deviene «más vasta que el cielo», ya que a partir de ese momento pasa a ser el Trono de Dios. Gracias a ella, el hombre será ascendido por encima de los Ángeles y la gloria de la Divinidad resplandece en su cuerpo. Frente a tal misterio, el espíritu humano, preso de vértigo, prefiere prosternarse en el silencio y la fe "pues ahí donde Dios lo desee el orden de la naturaleza será vencido". Con José, el Silencioso, esclarecido por la luz extraña que brillaba en las tinieblas de la gruta, él contempla a la Toda Santa inclinada, apacible y radiante ante el Niño que ella misma había envuelto y depositado en el pesebre. Un nueva vida comienza para la humanidad, y así como Dios escogió la virginidad para nacer corporalmente en este mundo, de esa misma forma es por la virginidad que quiere aparecer y crecer espiritualmente en el alma de cada cristiano que siga como modelo de vida la conducta de la Madre de Dios.