En la ciudad de Lwow (Polonia) en 1675, un curioso fenómeno atmosférico, señalado por numerosos testigos, le asegura la victoria a Juan Sobieski, quien acudió en ayuda de la ciudad asediada por un ejército turco de una superioridad aplastante. Trescientos mil hombres (según el informe turco) contra seis mil soldados, la situación se revelaba desesperante. Todos los habitantes de Lwow estaban prosternados frente a la imagen de N.S. de Clemente en la Catedral. Apenas iniciada la batalla, el ala izquierda del ejército polaco comenzó a flaquear, cuando de golpe el cielo se cubrió de nubes espesas, una horrible tempestad de rayos y truenos, lluvias muy fuertes y vientos violentos cayeron sobre el enemigo, de manera que los turcos descontrolados dieron media vuelta, mientras los soldados polacos les pisaban los talones y exclamaban: « ¡Viva Jesús! ¡Viva María! ». Era la víspera de la festividad de N. S. de Chestokova, el 25 de agosto.