En 1134, el sultán de Egipto hace prisioneros a tres hermanos y queriendo a todo precio inducirlos en apostasía; llega hasta enviarles su propia hija, particularmente bella, para que les sedujera. Pero «conversando con los prisioneros sobre el Evangelio, Ismenia, que se cree vencedora, resultará vencida.» Les pide a los caballeros que le esculpan una imagen de María. Los caballeros imploran a la Santa Virgen para que guíe sus manos. En la noche, la Virgen envía a unos ángeles que llevan «su imagen radiante de piedad». Al día siguiente, cuando Ismenia llega, la celda resplandecía en luz y un perfume delicioso se desprendía de la estatua; la princesa inmediatamente creyó, trasladó la estatua a sus apartamentos y no dejó de mirarla mientras los caballeros exclamaban: «Nuestra Señora de Liesse». Al día siguiente, Ismenia escucha que la estatua le dice: «Ten confianza Ismenia, yo he rogado a mi Hijo por ti, tú serás su sierva fiel. Vas a liberar a los tres caballeros que yo amo. Serás bautizada y por tu medio Francia gozará de innumerables gracias, por ti mi nombre será conocido y más tarde yo te recibiré en mi paraíso para siempre. » Ismenia logró que los prisioneros escaparan y ella se marchó con ellos. Los cuatro cayeron en un sueño profundo y mientras dormían los ángeles los trasladaron a Francia. Cuando se despertaron, los tres caballeros estaban en su país, al lado de su castillo en Marchais. Ismenia fue bautizada y todos decidieron construir en el lugar en donde habían despertado una capilla a Nuestra Señora de Liesse.» Desde entonces, los milagros fueron incontables. En 1146 Luis VII vino al sitio como peregrino y N. S. de Liesse llegó a ser una de las peregrinaciones preferida de los Reyes de Francia.