Hoy, el Arca santa, animada por el Dios vivo que concibió en ella a su Creador, reposa en el templo del Señor que no ha sido hecho por manos de hombre. David su ancestro, la exalta; y con él los Ángeles en coro, los Arcángeles la celebran, las Virtudes la glorifican, los Principados se estremecen, las Potestades entran en júbilo, las Dominaciones se regocijan, los Tronos la festejan, los Querubines la alaban, los Serafines proclaman su gloria. Hoy el Edén recibe el paraíso espiritual del Nuevo Adán, donde nuestra condenación fue revocada, el árbol de la vida plantado, nuestra desnudez recubierta. Hoy, la Virgen inmaculada, que no fue empañada por ninguna pasión terrestre, sino modelada por pensamientos celestiales, no regresó a la tierra. Establecida en el cielo, permanece en la morada celestial. (...) Eva, como consintió la insinuación de la serpiente, sería condenada a los dolores del parto y a la muerte. Su cuerpo fue depositado en las entrañas de la tierra. Pero esta Virgen bienaventurada, que todos los días se mantuvo atenta a la palabra de Dios, concibió por obra del Espíritu Santo, tras la salutación del Arcángel sin voluptuosidad y sin unión carnal, se convirtió en la Madre del Hijo de Dios, lo trajo al mundo sin dolor, y se consagró enteramente a Dios. ¿Cómo la muerte se atrevería a devorarla? ¿Cómo los infiernos hubiesen podido alojarla? ¿Cómo la corrupción sería capaz de invadir su cuerpo, templo mismo de la Vida? Para Ella, el camino del cielo había sido preparado. Si Cristo, que es la Verdad y la Vida, dijo: « Ahí donde yo esté estará también mi servidor». ¿Con mayor razón, cómo su Madre no iba a estar siempre a su lado?