En Chartres se vio por primera vez a unos hombres transportar con sus brazos carretas cargadas de piedra, de madera, de víveres y de todas las provisiones necesarias para los trabajos de la iglesia cuyas torres se construían en ese momento. Quien no haya visto esas maravillas no verá nunca algo parecido, y no sólo aquí sino también en Normandía, en toda Francia, y en muchos otros países. Por doquier la humildad, el dolor, el arrepentimiento de sus faltas, el olvido de las injurias, lamentos y lágrimas. Se vio a hombres y mujeres arrastrarse de rodillas golpeándose el pecho, suplicando gracias al cielo, frente a los numerosos milagros que les arrancaban cantos y gritos de júbilo