En 1637, un obrero agrícola, Miguel Juan Pellicer (1617-1647), nacido en Calanda, en Castellón de la Plana en el seno de una familia de siete hijos, «una rueda le rompe la pierna derecha y le desbarata la tibia » (artículo 7 del Proceso, citado por Deroo, 1977, 24). Ingresado en el hospital de Valencia el 3 de agosto de 1637, a principios de octubre es transferido al hospital de Zaragoza. En vano prueba diferentes remedios para curarse. A finales de octubre le amputan la pierna. Abandona el hospital en la primavera de 1638 y regresa a vivir a Calanda, junto a los suyos. El 29 de marzo de 1640, duerme en la habitación de sus padres. Poco después, su padre descubre dos pies fuera de las sábanas: la pierna amputada le ha sido restituida. Un proceso canónico debuta el 5 de junio de 1640. El 22 de abril de 1641, la comunidad de Calanda escoge a Nuestra Señora del Pilar como patrona. El 27 de abril del año siguiente Monseñor Apaolaza, arzobispo de Zaragoza se pronuncia: «declaramos que Miguel Juan Pellicer [...] ha recuperado milagrosamente la pierna derecha que antes le había sido amputada; esta restitución no es obra de la naturaleza, ha sido realizada de forma admirable y milagrosa y debe ser registrada como un milagro.» (AASS, julio, t. VI, 120 y Copia literal y auténtica del Proceso y sentencia de calificación, Zaragoza, 1940, 28, citada en la traducción francesa de Deroo, 79). Una medalla conmemorativa del milagro fue hecha en 1671. Algunos asocian este milagro a una aparición de la Virgen. En realidad, nada permite clasificarlo como tal. Miguel Juan le rezó a Nuestra Señora del Pilar antes de dormirse y luego «se vio en sueños en la capilla de Zaragoza, poniéndose en su muñón adolorido el aceite de las lámparas encendidas frente a la Virgen».