En tiempos de la herejía iconoclasta, una piadosa viuda de Nicea lanzó al mar un maravilloso Icono de la Madre de Dios, con la intención de preservarlo de la destrucción. Muchos años más tarde, en el siglo XI, los monjes del Monasterio de Iveron vieron durante varios días un Icono que flotaba sobre las olas y que de él una inmensa columna se elevaba del mar hacia el cielo. Pero cada vez que uno de ellos trataba de acercarse el Icono se alejaba. En esa época vivía en Iveron un santo monje gregoriano llamado Gabriel que durante el verano se iba a una montaña cerca del Monasterio. Y ahí vestido de una túnica de piel no comía más que hierbas. La Madre de Dios se le apareció y le ordenó que se dirigiera hacia la costa y fuera a recoger su Icono. Los monjes reunidos vieron con estupefacción a Gabriel caminando seguro sobre las aguas y traer a la ribera al Icono, donde fue acogido con himnos de acción de gracias y depositado luego en el Catolicón del Monasterio. Al día siguiente en la mañana, a la hora de encender las veladoras para el oficio, el sacristán constata que el Icono había desaparecido. Después de una larga búsqueda lo encontraron en la parte alta de la puerta de entrada del Monasterio. Varias veces trajeron los monjes el Icono al santuario y él siempre volvió a la entrada en la parte superior de la puerta. Finalmente la Madre de Dios se le apareció a Gabriel y le pidió que no deseaba ser guardada pues Ella había venido para protegerlos de todo peligro, tanto en esta vida como en la futura, conforme a la gracia que su Hijo le había concedido cuando Ella le pidió que la Santa Montaña le fuera acordada para convertirla en Su "Jardín". Desde entonces la "Portaitisa" (la Guardiana de la Puerta) es venerada en una capilla construida especialmente a la entrada del Monasterio. Este Icono ha realizado numerosos milagros, tanto por la protección de Iveron y de la Santa Montaña en tiempos de peligro, como la de todo el pueblo. Ella está considerada, con toda razón, como el Icono por excelencia de la Madre de Dios misericordiosa. El pueblo ruso venera particularmente una copia suya expuesta en Moscú, la cual también ha realizado muchos milagros.