Constantino pensaba en la superioridad de sus adversarios, cuando en pleno mediodía vio aparecer en el cielo una cruz inmensa, rodeada de estas palabras: "Con este signo vencerás" La noche siguiente, el mismo Cristo se le apareció al emperador y le mandó confeccionar una cruz semejante a la que había contemplado en su visión y que la pusiera como estandarte a la cabeza de su ejército. El signo de la victoria resplandeció de nuevo en el cielo y Constantino creyó con toda su alma que Jesús es el único y verdadero Dios, creador del cielo y de la tierra. Al día siguiente, mandó hacer la cruz en plata y dio orden de llevarla a la cabeza de sus tropas en lugar de las águilas imperiales. A partir de entonces, Constantino comienza a instruirse en la Doctrina Cristiana y se entrega a la lectura de las Sagradas Escrituras. Durante la batalla decisiva del puente Milvius, el 28 de octubre del año 312, la Cruz le aseguró la victoria. Constantino le dio gracias a Dios por esta victoria que inaugura una nueva era en la historia de la humanidad. Así, hizo su entrada triunfal en Roma, que lo saluda como su libertador y bienhechor y mandó cuanto antes erigir la Cruz en los principales monumentos de la ciudad donde también se construyó una estatua del emperador con la mano en la Cruz, signo de la victoria y emblema de la autoridad recibida de Cristo.