El relato siguiente nos muestra la fuerza eficaz del Rosario: Luis María Grignion de Montfort proyecta ir a la isla de Yeu, situada a 17 kms de la Rochelle, para predicar. Era en la época de la guerra de Sucesión de España. Los piratas ingleses surcaban los mares. Debido a la inseguridad, los compañeros del misionero le ruegan que renuncie a ese viaje. ¡Sería en vano! La misión se emprende. Todo comienza sin incidente. Pero después de tres horas de viaje, surgen en el horizonte dos veleros de piratas que atacan la embarcación de los misioneros. La tripulación es presa del temor. Los marineros gritan desesperados. “¡Estamos perdidos!” Los compañeros de Grignion se hunden en lágrimas. Él guarda la calma, se pone a cantar e invita a los pasajeros a seguirlo; pero estos permanecen mudos como los peces del mar. “Si no queréis cantar, dice Monfort, rezad, entonces, el rosario conmigo.”