El primer gesto de María, después de escuchar al Ángel, fue dirigirse a toda prisa a casa de su prima Isabel para ofrecerle su ayuda (cf. Lucas 1, 39). Esa iniciativa de la Virgen fue una iniciativa de caridad auténtica, humilde y valiente, dictada por la fe en la Palabra de Dios y el impulso interior del Espíritu Santo. El que ama se olvida de sí mismo para ponerse al servicio de su prójimo. De esa manera María se convierte en imagen y modelo de la Iglesia. Toda comunidad eclesiástica está llamada a acoger, como lo hizo la Madre de Cristo, con total disponibilidad, el misterio de Dios que viene habitar en ella para conducirla por los caminos del verdadero Amor.