Una noche que Gregorio meditaba sobre la doctrina de la fe, se le apareció un anciano vestido de religioso, emanaba de cuyo rostro y cuerpo emanaban virtud y gracia. Sorprendido ante esa aparición, Gregorio se levantó de su cama y preguntó: ¿"Quién es usted y qué desea? El desconocido le calmó hablándole dulcemente, le dijo que se le aparecía por orden de Dios para aclarar sus dudas y descubrirle la verdad de la fe piadosa. Reconfortado por esas palabras, Gregorio lo miraba, entre asustado y alegre. La aparición le tendió la mano, como para mostrarle la dirección opuesta, y viendo hacia donde él giró sus ojos, reconoció a un segundo personaje con rasgos femeninos, llenos de una majestad sobrenatural. De nuevo sorprendido, Gregorio baja los ojos, impedido ante esta visión, pues no podía soportar la fuerza de su resplandor. Escuchó a los dos personajes dialogar sobre lo que le preocupaba: así, no sólo adquirió la verdadera ciencia de la fe, sino incluso supo reconocer y nombrar a los dos personajes que conversaban entre ellos. Escuchó al personaje femenino exhortar al evangelista Juan a llevar al joven a descubrir el misterio de la piedad; Juan respondió que lo haría a fin de satisfacer la voluntad de la Madre de Dios, si así Ella lo deseaba y luego los dos desaparecieron. Gregorio se dio prisa en poner por escrito la enseñanza divina, darla a conocer a la Iglesia y legarla a la posteridad como herencia de la lección recibida del Cielo.